Cineclub Km3 - Comunidad Cinéfila: abril 2013

domingo, 28 de abril de 2013

ACTIVIDAD ESPECIAL del CINECLUB: EL CINE EN EL REGRESO DE LA DEMOCRACIA

A las funciones del Cineclub que realizamos 2do y 4to miércoles de cada mes en Espacio Incaa Artecinema, Salta 1620

Sumamos una nueva actividad que se desarrollará 1ro y 3er miércoles en Espacio Virrey Liniers, Venezuela 469 


ACTIVIDAD ESPECIAL del CINECLUB: EL CINE EN EL REGRESO DE LA DEMOCRACIA
Películas estrenadas a partir de 1983 y debates con sus realizadores e invitados especiales


Te invitamos a la presentación de la actividad
Viernes 3 de Mayo a las 18:30hs.
En Espacio Virrey Liniers, Venezuela 469

Proyectaremos ESPÉRAME MUCHO de Juan José Jusid
(Debate con participación de su director, Juan José Jusid y del actor Federico Olivera,
protagonista de la película).

GRATISsólo con reserva vía mail: ccinefila@gmail.com


viernes, 19 de abril de 2013

LA CHICA DEL SUR



NO TE LA PIERDAS!
Este miércoles a las 19:30hs
Espacio INCAA - Artecinema

Función Gratuita


LA CHICA DEL SUR


CRITICAS EN LOS MEDIOS

Página/12 - 7 de febrero de 2013


Maravillosa libreta de apuntes hecha cine

La obsesión del director con una chica coreana que conoció en su juventud lo lleva de nuevo al país asiático, hasta que finalmente ella acepta ser entrevistada en la Argentina. Entonces, la película encuentra un final tan bello como inesperado.

Por Juan Pablo Cinelli




El film comienza con imágenes de un congreso de juventudes socialistas realizado en 1989 en Pyongyang.
En El traje nuevo del emperador, Hans Christian Andersen contaba la historia de un par de sinvergüenzas que engañaban al monarca vendiéndole un traje invisible que tenía la supuesta ventaja de poder ser visto sólo por personas inteligentes. La prenda, decían los ingeniosos estafadores, sería muy útil a un estadista, ya que le permitiría discriminar cuál de sus ministros y súbditos eran poseedores de una capacidad mental digna de un hombre poderoso como él. En realidad, el fabuloso traje no era más que un truco para aprovecharse de un rey cándido que, con tal de no pasar por tonto, aceptó pasearse por su reino en ropa interior sin que nadie, por temor a ser tomado por imbécil, se atreviera a decirle que en realidad iba desnudo. En La chica del Sur, su segundo largometraje luego del impecable Cándido López. Los campos de batalla (ambos documentales), el director José Luis García anda desnudo gran parte de la película pero, a diferencia del emperador, es lo bastante perspicaz como para notarlo y compartir con el público la sorpresa de descubrirlo. Esa desnudez, que no es física, sino más bien emocional, íntima y de algún modo también cinematográfica, es entonces, aunque no lo parezca, el verdadero tema de este documental.

La chica del Sur comienza con imágenes grabadas en VHS por García, durante un congreso de juventudes socialistas de todo el mundo realizado en 1989 en Pyongyang, organizado por el Partido Comunista que gobierna Corea del Norte desde el final de la guerra que partiera en dos a ese país, a mediados del siglo pasado. El encuentro, al que el director asiste en lugar de un hermano, tuvo lugar poco antes de que la caída del Muro de Berlín marcara la por entonces indiscutible supremacía del capitalismo. Su cámara registra las actividades de las delegaciones, que al mismo tiempo realizaban las tradicionales reivindicaciones del socialismo e ignoraban los trágicos hechos ocurridos pocas semanas antes en la plaza Tiananmen bajo un régimen comunista. Aunque el joven García aún se encuentra lejos de pensar que ese material será parte de una película, una prolija belleza revela que la mirada cinematográfica ya habitaba en él al filmar esos videos, que por entonces sólo eran el registro de su paso por Corea del Norte. El estado de esas imágenes de VHS que ya tienen casi 25 años es impecable y hacen gala de una claridad y una calidad pocas veces vista en cine.

Entonces aparece Lim Sumkyung, una muchacha de Corea del Sur que milita en una agrupación que lucha por la reunificación coreana, quien llega al norte luego de atravesar ilegalmente la frontera más militarizada del mundo. Su ingreso en la película es pura energía: el congreso empieza a girar en torno de ella y sus apariciones públicas pidiendo por la reunificación. Todos se enamoran de Sumkyung, incluido el joven García: la forma en que su cámara la busca es suficiente evidencia. Tanto que, a pesar de partir pocos días después hacia Buenos Aires, se obsesionará con ella hasta concretar el proyecto de reencontrarla dos décadas después.

El director vuelve a Corea, esta vez al sur. Sin saberlo bien, va en busca de una mujer que no es otra cosa que la idea de un pasado que tal vez no exista más que en su cabeza (o en su corazón). A partir de ahí, irá montando su película frente al público, como si se tratara de una reality movie. Pero con una pericia que convierte a esos cuarenta minutos en los que corre tras una Sumkyung adulta y con pocos deseos de regresar a su juventud (y menos de exponerse ante un extraño llegado de ese país cercano al Polo Sur), en una maravillosa libreta de apuntes hecha cine.

La obsesión del director es entrevistar a Sumkyung y con eso cerrar su película. Y lo inesperado ocurre cuando ella viaja a la Argentina para, entre otras cosas, permitir que García la entreviste. Sorpresivamente, ese encuentro es puesto en escena de un modo convencional, que contrasta en su encuadre casi amateur con el rigor con que García llegó hasta ahí. Algo no está bien y cuando el director hace su primera pregunta, la película colapsa. Sumkyung, enojada por lo que considera una pregunta burda, toma las riendas de todo en una escena tan tensa como cómica, en la que parece ser ella quien dirige y García, delante de cámara, queda desnudo. Como el emperador.

A diferencia del personaje del cuento, el director se atreve a exponer su desnudez, consciente de ella, y esa escena que podría haber significado el fracaso, se convierte en el punto de giro definitivo, el clímax de una película que en sus últimos diez minutos encuentra, donde nadie lo buscaba, un final inesperadamente bello. Como en su primera película, fue necesario que García viajara lejos, en tiempo y espacio, para que el cine encontrara una voz en él. Y de paso, tal vez, encontrarse un poco a sí mismo.


LA CHICA DEL SUR


PALABRAS DEL DIRECTOR
En mi adolescencia, a fines de los años ‘70 en Argentina, durante la última dictadura militar, me enseñaron que revolucionario y subversivo eran malas palabras. Me enseñaron esto en la escuela y me bombardeaban
con la idea desde la TV. También en mi casa, envuelta en una atmósfera de miedo por aquellos años. Esas dos palabras siembre iban ligadas maliciosamente a una tercera: marxista. La idea del Marxismo nternacional era algo temible de lo que había que protegerse.
A mediados de los ’80 volvió la democracia a la Argentina y empecé a estudiar cine y a hacer cortos en Súper 8. Con uno de ellos viajé a un festival de cine amateur en Cipolleti, Rio Negro. Ahí conocí a una chica
que recién había salido del colegio, como yo, y estudiaba periodismo. Nos enamoramos. En los meses siguientes viajé varias veces para verla hasta que uno de los viajes fue muy breve: “Hola… Chau”. Creo que por primera vez sentí que se acababa el mundo.
Un par de semanas más tarde no dudé en negociar con mi hermano mayor -sumergido en los avatares de la política local- la posibilidad de ocupar su lugar en una excursión a las antípodas, el lugar más cercano al que quería ir.
Cuando llegamos a Norcorea el miedo acerca de los revolucionarios marxistas se desvaneció rápidamente. No había nada que temer de esos miles de jóvenes que llegaban desde todas partes del mundo. No eran diabólicos y hasta simpatizaba con la mayoría de sus consignas, no importaba cuan utópicas fueran. La mayoría de ellos no sólo criticaba a viva voz al Imperialismo norteamericano, sino que también criticaban en voz baja, o con silencios explícitos, al Imperialismo Soviético que financiaba el Festival y al totalitarismo Norcoreano que lo organizaba. Y hasta al gobierno chino, que acababa de asesinar a cientos de estudiantes que protestaban contra la burocracia en el poder al grito de La internacional.
Casi todos tenían una intención reprimida de subvertir un orden que consideraban injusto. Faltaban sólo cuatro meses para que cayera el Muro de Berlín y un par de años más tarde la disolución de la URSS terminó de dejar claro que el sentido de algo revolucionario tenía que ser buscado más allá de las estructuras estancadas y corrompidas del socialismo real, que lamentablemente también había arrastrado en sus ruinas las mejores utopías.
Hubo una sola persona, Lim Sukyung, la chica del sur, que transformó para siempre, con sus gestos verdaderamente subversivos y revolucionarios, mi recuerdo de aquel verano del ’89.
Desde una edad en la que las pasiones políticas pueden llegar a entremezclarse de manera vehemente con los amores que uno cree que duraran por siempre. Hasta un tiempo en el que, como reflexiona el célebre
historiador Eric Hobsbawm, no sólo no sabemos adonde vamos sino que tampoco sabemos hacia donde deberíamos ir.

martes, 9 de abril de 2013

Más información sobre Cirquera

Reseña del proyecto CIRQUERA


El proyecto CIRQUERA nació a partir de la investigación que Diana Rutkus
viene realizando desde hace más de diez años y que comenzó con la selección
de fotos familiares, afiches de giras, programas. En principio, esta actividad
surgió en su ámbito familiar y luego fue ampliándose.
La idea de dar a conocer el archivo con el que contaba terminó de tomar
forma en el taller de escritura que Diana realizó con Hebe Uhart, quien la incentivó
a escribir acerca de su infancia y sobre lo que más conocía. Fue como
abrir una compuerta: comenzó a escribir y a hablar sobre su vivencia en el
circo y sobre la vida de otras personas.
La investigación continuó con el apoyo de la historiadora Beatriz Seibel. Se
grabaron y filmaron entrevistas a diferentes familias de circo quienes,
además de sus relatos, facilitaron el acceso al material fotográfico con el que
cada uno de ellos cuenta.
Este archivo, que documenta gran parte de la historia circense argentina, fue
digitalizado.
Parte de este material es que el conforma la muestra Familias de Circo, de
Diana Rutkus. La muestra consta de alrededor de 100 fotos de diversas familias
circenses argentinas, programas, álbumes con afiches originales desde
1925 y videos con las entrevistas realizadas, además de pequeños objetos
plásticos que reflejan la vida en el circo.
La muestra fue presentada en abril y mayo de 2009 en el Museo Histórico de
Berazategui con auspicio de la Embajada de Lituania y de la Secretaría de
Cultura de Berazategui. Fue declarada de Interés Cultural por la Cámara de
Diputados de la Nación. De junio a noviembre se exhibió en la Ciudad de
Buenos Aires en la sala Puerta Roja y durante el mes de noviembre en San
Miguel, Provincia de Buenos Aires, en el centro cultural de la Universidad
Nacional de General Sarmiento. Tanto en la apertura como en el cierre, se
presentó una pequeña función de circo y la banda de músicos de Roberto
Palma (músico y artista de circo, de 70 años) que tocó los clásicos temas de
diferentes números de los circos tradicionales. Debido a la amplia repercusión
que tuvo, a partir del mes de enero de 2011 la muestra se volverá a
montar en la sala Puerta Roja.
Paralelamente a la búsqueda de archivo y la investigación, hace ya tres años,
tomó fuerza la idea de realizar un proyecto documental. Se comenzó entonces
a trabajar sobre una posible estructura narrativa y el diseño de producción
del documental.
Así nació el presente proyecto.
CIRQUERA propone un recorrido por la vida cotidiana e íntima del circo, a
través de archivos fílmicos y fotográficos familiares, afiches, objetos y productos
gráficos únicos.




La motivación de hacer CIRQUERA

Andrés Habegger
Con Diana nos conocemos desde hace más de diez años.
Vivencié el proceso de Diana cuando comenzó a indagar sobre su historia familiar,
a mantener conversaciones con parientes acerca del pasado circense
y los días en la carpa y las casillas familiares. Poco a poco Diana fue descubriendo
y juntando infinidad de material fotográfico, afiches, catálogos, publicidades,
objetos, films en 16 mm, en fin, una gran cantidad de material
visual invalorable. Con el tiempo ese material formó parte de lo que fuera
la muestra fotográfica Familia de Circo.
Paralelamente surgió la idea de la realización del presente proyecto documental.
Sumergirme en un universo desconocido hasta ese entonces para mí me
atrajo profundamente. Me invadieron muchas imágenes de infancia, muchos
recuerdos de pequeño espectador embelesado por las proezas de aquellas
personas que volaban de un lado a otro, el riesgo de la caída, la tensión permanente,
el abismo presente y yo siendo testigo de todo eso. Luego la salida
y el registro de la visita, ese pequeño objeto de plástico con una
diminuta fotografía que viéndola a trasluz reconocía mi silueta y la de mi
padre sentados, observando encandilados.
Poco a poco le fuimos dando forma al proyecto CIRQUERA, Diana desde su
historia y yo desde mi curiosidad por introducirme en una infancia diferente,
en descubrir un mundo desconocido, fantástico e inquietante.
De alguna manera simbólica la infancia de Diana y la mía se emparentan. Su
infancia nómade en el circo tiene cercanía con mi infancia de exilio político
de la mano de mis padres, su permanente movimiento fue el similar al mío,
mudándome de una casa a otra y de un país al otro. Su extrañeza para el
mundo externo se empata con la mía. Lejanía y cercanía al mismo tiempo.
Sin embargo, uno de los elementos que más me atrae es ese mundo exclusivo
y excéntrico, una vida aparentemente placentera relacionada con la
diversión, con lo efímero y casi banal, pero profundamente popular. El circo
era un espectáculo de feria, para el pueblo. El circo se asentaba en los suburbios,
en los barrios laterales y allí confluían todos o casi todos unidos por
la risa y lo espectacular. El circo era una pausa en nuestra existencia, una
pausa vital y necesaria.
Al final de cuentas el circo era un reconocimiento al puro oficio, al arte callejero
situado bajo una lona, a lo aprendido por herencia, a lo ejercitado
con sudor, al cuerpo retorcido y embellecido.
CIRQUERA es una mirada sobre lo excéntrico que no lo es. A una parte de
nosotros mismos que no tiene estatus académico, pero que pone el cuerpo
para decir lo que dice.


Diana Rutkus
Hace algún tiempo comencé a indagar sobre mis primeros años de infancia.
El recuerdo es el de no tener un lugar fijo, estable, detenido, de vivir sobre
ruedas. Un día las cosas dejaron de tener movimiento y muchos años después
me pregunté qué había sucedido. Hoy busco alguna de esas respuestas. Y ahí
está mi historia, plena de movimiento.
Un día le pregunté a Olinda, mi abuela paterna, sobre sus padres y abuelos.
Así fue que descubrí que mi tatarabuelo había fundado un circo en 1860 que
se llamaba Flor América y que luego continuó el circo de Los Hermanos Rivero,
tíos de mi abuela. La historia del movimiento familiar venia de lejos.
Empecé a preguntar, a recordar, a revisar mi propia historia o el recuerdo que
me había construido de ella. En la escuela tenía temor y no entendía porqué.
Un día entendí que aquel miedo tenía sus razones. No me atemorizaba la
jaula del león, ni el vértigo, ni el peligro. Me asustaban las maestras o cualquier
otro que se dirigiera a mí con una formalidad inusitada. Estaba muy
acostumbrada a escuchar voces y tonos familiares. Las palabras comenzaron
a cambiar su significado.
Una mañana la maestra nos puso en el cuaderno el título de lo que debíamos
dibujar: Mi casita. No tuve ninguna duda acerca de lo que tenía que hacer,
estaba clarísimo, ese era mi hogar y lo dibujé: una colorida casilla con ruedas
y abajo, en el patio, un nene y una nena jugando a saltar la soga. Cuando
decía casilla, me corregían, a partir de ese momento se decía casilla rodante.
Creo que mis padres, mis tíos y otros familiares muchas veces no se dan
cuenta de que hicieron historia, se sonrojan si lo pongo en esos términos.
Pero, realmente, tanto mis padres como los demás parientes de circo, gente
que hoy tiene entre 60 y 80 años, fueron parte de una época en la que la actividad
circense no sólo estaba bien vista sino que era de los espectáculos populares
más esperados y de mayor llegada en todo el país, sobre todo para
la gente del interior en donde a veces era la única diversión que tenían.
Para poder contar esta historia fue necesario que pasara mucho tiempo y
que yo me reacomodara a la vida estable, como dicen en el circo. Tengo
fotos, filmaciones, grabaciones, relatos escritos de la gente más cercana de
mi vida y la de mi familia directa en el circo, entrecruzados por mi propia
vivencia del mundo del circo y del de la ciudad.
En estos últimos años escuché infinidad de relatos circenses. Y ahora quiero
contar mi versión de esta historia. Quizás tenga algo de nostalgia o de melancolía,
pero más que nada es intentar comprender cuánto de aquella historia
está presente hoy en mí.

Trailer de Cirquera