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martes, 9 de abril de 2013

Más información sobre Cirquera

Reseña del proyecto CIRQUERA


El proyecto CIRQUERA nació a partir de la investigación que Diana Rutkus
viene realizando desde hace más de diez años y que comenzó con la selección
de fotos familiares, afiches de giras, programas. En principio, esta actividad
surgió en su ámbito familiar y luego fue ampliándose.
La idea de dar a conocer el archivo con el que contaba terminó de tomar
forma en el taller de escritura que Diana realizó con Hebe Uhart, quien la incentivó
a escribir acerca de su infancia y sobre lo que más conocía. Fue como
abrir una compuerta: comenzó a escribir y a hablar sobre su vivencia en el
circo y sobre la vida de otras personas.
La investigación continuó con el apoyo de la historiadora Beatriz Seibel. Se
grabaron y filmaron entrevistas a diferentes familias de circo quienes,
además de sus relatos, facilitaron el acceso al material fotográfico con el que
cada uno de ellos cuenta.
Este archivo, que documenta gran parte de la historia circense argentina, fue
digitalizado.
Parte de este material es que el conforma la muestra Familias de Circo, de
Diana Rutkus. La muestra consta de alrededor de 100 fotos de diversas familias
circenses argentinas, programas, álbumes con afiches originales desde
1925 y videos con las entrevistas realizadas, además de pequeños objetos
plásticos que reflejan la vida en el circo.
La muestra fue presentada en abril y mayo de 2009 en el Museo Histórico de
Berazategui con auspicio de la Embajada de Lituania y de la Secretaría de
Cultura de Berazategui. Fue declarada de Interés Cultural por la Cámara de
Diputados de la Nación. De junio a noviembre se exhibió en la Ciudad de
Buenos Aires en la sala Puerta Roja y durante el mes de noviembre en San
Miguel, Provincia de Buenos Aires, en el centro cultural de la Universidad
Nacional de General Sarmiento. Tanto en la apertura como en el cierre, se
presentó una pequeña función de circo y la banda de músicos de Roberto
Palma (músico y artista de circo, de 70 años) que tocó los clásicos temas de
diferentes números de los circos tradicionales. Debido a la amplia repercusión
que tuvo, a partir del mes de enero de 2011 la muestra se volverá a
montar en la sala Puerta Roja.
Paralelamente a la búsqueda de archivo y la investigación, hace ya tres años,
tomó fuerza la idea de realizar un proyecto documental. Se comenzó entonces
a trabajar sobre una posible estructura narrativa y el diseño de producción
del documental.
Así nació el presente proyecto.
CIRQUERA propone un recorrido por la vida cotidiana e íntima del circo, a
través de archivos fílmicos y fotográficos familiares, afiches, objetos y productos
gráficos únicos.




La motivación de hacer CIRQUERA

Andrés Habegger
Con Diana nos conocemos desde hace más de diez años.
Vivencié el proceso de Diana cuando comenzó a indagar sobre su historia familiar,
a mantener conversaciones con parientes acerca del pasado circense
y los días en la carpa y las casillas familiares. Poco a poco Diana fue descubriendo
y juntando infinidad de material fotográfico, afiches, catálogos, publicidades,
objetos, films en 16 mm, en fin, una gran cantidad de material
visual invalorable. Con el tiempo ese material formó parte de lo que fuera
la muestra fotográfica Familia de Circo.
Paralelamente surgió la idea de la realización del presente proyecto documental.
Sumergirme en un universo desconocido hasta ese entonces para mí me
atrajo profundamente. Me invadieron muchas imágenes de infancia, muchos
recuerdos de pequeño espectador embelesado por las proezas de aquellas
personas que volaban de un lado a otro, el riesgo de la caída, la tensión permanente,
el abismo presente y yo siendo testigo de todo eso. Luego la salida
y el registro de la visita, ese pequeño objeto de plástico con una
diminuta fotografía que viéndola a trasluz reconocía mi silueta y la de mi
padre sentados, observando encandilados.
Poco a poco le fuimos dando forma al proyecto CIRQUERA, Diana desde su
historia y yo desde mi curiosidad por introducirme en una infancia diferente,
en descubrir un mundo desconocido, fantástico e inquietante.
De alguna manera simbólica la infancia de Diana y la mía se emparentan. Su
infancia nómade en el circo tiene cercanía con mi infancia de exilio político
de la mano de mis padres, su permanente movimiento fue el similar al mío,
mudándome de una casa a otra y de un país al otro. Su extrañeza para el
mundo externo se empata con la mía. Lejanía y cercanía al mismo tiempo.
Sin embargo, uno de los elementos que más me atrae es ese mundo exclusivo
y excéntrico, una vida aparentemente placentera relacionada con la
diversión, con lo efímero y casi banal, pero profundamente popular. El circo
era un espectáculo de feria, para el pueblo. El circo se asentaba en los suburbios,
en los barrios laterales y allí confluían todos o casi todos unidos por
la risa y lo espectacular. El circo era una pausa en nuestra existencia, una
pausa vital y necesaria.
Al final de cuentas el circo era un reconocimiento al puro oficio, al arte callejero
situado bajo una lona, a lo aprendido por herencia, a lo ejercitado
con sudor, al cuerpo retorcido y embellecido.
CIRQUERA es una mirada sobre lo excéntrico que no lo es. A una parte de
nosotros mismos que no tiene estatus académico, pero que pone el cuerpo
para decir lo que dice.


Diana Rutkus
Hace algún tiempo comencé a indagar sobre mis primeros años de infancia.
El recuerdo es el de no tener un lugar fijo, estable, detenido, de vivir sobre
ruedas. Un día las cosas dejaron de tener movimiento y muchos años después
me pregunté qué había sucedido. Hoy busco alguna de esas respuestas. Y ahí
está mi historia, plena de movimiento.
Un día le pregunté a Olinda, mi abuela paterna, sobre sus padres y abuelos.
Así fue que descubrí que mi tatarabuelo había fundado un circo en 1860 que
se llamaba Flor América y que luego continuó el circo de Los Hermanos Rivero,
tíos de mi abuela. La historia del movimiento familiar venia de lejos.
Empecé a preguntar, a recordar, a revisar mi propia historia o el recuerdo que
me había construido de ella. En la escuela tenía temor y no entendía porqué.
Un día entendí que aquel miedo tenía sus razones. No me atemorizaba la
jaula del león, ni el vértigo, ni el peligro. Me asustaban las maestras o cualquier
otro que se dirigiera a mí con una formalidad inusitada. Estaba muy
acostumbrada a escuchar voces y tonos familiares. Las palabras comenzaron
a cambiar su significado.
Una mañana la maestra nos puso en el cuaderno el título de lo que debíamos
dibujar: Mi casita. No tuve ninguna duda acerca de lo que tenía que hacer,
estaba clarísimo, ese era mi hogar y lo dibujé: una colorida casilla con ruedas
y abajo, en el patio, un nene y una nena jugando a saltar la soga. Cuando
decía casilla, me corregían, a partir de ese momento se decía casilla rodante.
Creo que mis padres, mis tíos y otros familiares muchas veces no se dan
cuenta de que hicieron historia, se sonrojan si lo pongo en esos términos.
Pero, realmente, tanto mis padres como los demás parientes de circo, gente
que hoy tiene entre 60 y 80 años, fueron parte de una época en la que la actividad
circense no sólo estaba bien vista sino que era de los espectáculos populares
más esperados y de mayor llegada en todo el país, sobre todo para
la gente del interior en donde a veces era la única diversión que tenían.
Para poder contar esta historia fue necesario que pasara mucho tiempo y
que yo me reacomodara a la vida estable, como dicen en el circo. Tengo
fotos, filmaciones, grabaciones, relatos escritos de la gente más cercana de
mi vida y la de mi familia directa en el circo, entrecruzados por mi propia
vivencia del mundo del circo y del de la ciudad.
En estos últimos años escuché infinidad de relatos circenses. Y ahora quiero
contar mi versión de esta historia. Quizás tenga algo de nostalgia o de melancolía,
pero más que nada es intentar comprender cuánto de aquella historia
está presente hoy en mí.

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